hechos aleatorios

*Se supone que a estas alturas debería hacer algún tipo de balance anual, pero no tengo ganas.

*Se supone también que estaré de cumpleaños y no me importa demasiado.

*También se supone que el espíritu navideño invade mi corazón, pero me he dado cuenta que estoy convertida en una asquerosa consumista. Voy a tener que ver alguna de esas películas dónde alguien encuentra el verdadero sentido de la navidad, como esa de Bill Murray que vimos hoy. Lo único que debería redimirme es que más de la mitad de las cosas que he comprado no son para mi.

*Hace un tiempo atrás estaba en el metro teniendo un día normal, preocupándome de mis asuntos como siempre, y entró una mariposa. Dentro del vagón, una mariposa. Poético, por decir algo. Creo que vi una escena parecida en una película, pero no me acuerdo cual. La mariposa entró, estuvo volando un rato y se bajó, -creo-, en La Moneda. En serio. No sé si alguien más la miró o le dio un significado cursi como yo, pero me pareció bonito. Es que de chica soy un poco cebolla.

*No sé si tendrá mucho que ver con lo que estoy pensando, pero hace algunas semanas leí en el diario leí a la pasada algo que decía Barthes, ese francés que hemos leído en la universidad y que un mal día murió atropellado en Paris; no se puede hablar de lo que se ama. Hay que asumir los límites del lenguaje. Hablar de los que se ama como para inmortalizarlos y dar testimonio de ellos. No es un amor erótico, dice, sino un amor de ágape, un amor casi místico por el otro, un discurso para el otro con el que se aspira a la unión, y un amor inevitable, oscuro, para pelear contra la sequedad del corazón. El lenguaje se hace afásico por exceso de amor. Perfecto.