todo está iluminado

Siempre he pensado que las personas están hechas de esos momentos casi imperceptibles en los que se abandonan. Nada me gusta más que ver a la gente durante esos escasos minutos donde no están controlando nada. Como cuando duermen con la boca abierta en las micros, cuando creen que nadie los está mirando, cuando no te aguantas decir algo y simplemente se sale, o cuando algo los sorprende y les cambia la expresión de la cara.

Esos momentos que también son las rutinas automáticas y domésticas de llegar a la casa y dejar las llaves en el mismo lugar siempre, el mundo entero que puede contener la pieza desordenada de otra persona ("caminar a oscuras por la sala y encontrar notas olvidadas y sentir que sos fatal") o perpetuar un gesto al despertar, finalmente abandonarse frente a alguien, aceptando las debilidades que cada uno tiene.

Las personas tienen una luz distinta al volverse más humanas y mostrarse tal cual son. Sin maquillajes, ni arreglos de último minuto, sin el bonito envase en el que creímos verlos. Sin simulacros ni frases hechas. Un fluir de conciencia que aparece en algunos solo cuando bajan la guardia. Segundos escasos que colecciono.